El arte amazónico esta de luto. El 16 de noviembre pasado dejo de latir el corazón de su progenitor: Pablo Amaringo Shuña. Maestro de las plantas, chaman, pintor visionario, Amaringo fue el patriarca del arte en la Amazonía, el principal responsable de su (re)nacimiento, pues gracias a él decenas de pintores nativos y mestizos perdieron la vergüenza y pudieron comenzar a plasmar las, durante mucho tiempo, ocultas visiones de sus culturas.
La importancia de Pabla Amaringo para el arte popular se al amazonía es semejante a la de Joaquín López Antay para el caso del arte popular ayacuchano; con él se supera la época de la artesanía y el costumbrismo y se pasa a una nueva etapa creativa.
Su primera experiencia
Pablo Amaringo nace en 1938 cerca a Tamanco, pueblito ribereño del Ucayali. A los 10 años va a Pucallpa y tiene, de la mano de su padre, su primera experiencia de la toma de ayahuasca. Pero no será hasta 20 años después que comienza –dirigida por una maestra nativa- su exploración con la bebida sagrada hasta convertirse él mismo en un chaman y experto naturalista.
Durante los años 70, Pablo se dedicara a trabajar como curandero y medico naturista en distintas zonas de la Amazonía peruana y brasileña. En los 80, abandona el chamanismo para evitar los continuos enfrentamientos con otros brujos y chamanes que envidiaban su poder, mientras se dedica a pintar escenas costumbristas de la Amazonía que vendía a los turistas.
Encuentro crucial
A mediados de esta década, Amaringo se encuentra con el antropólogo colombiano Luis Eduardo Luna, quien investigaba las plantas medicinales y el chamanismo. Luna, deslumbrado por los conocimientos de Amaringo, le sugiere que comience a pintar aquello que había aprendido en sus visiones. El resultado fue una revolución de imágenes que cambiarían totalmente el arte que se hacia en la Amazonía.
Pintor prolífico
Amaringo era un pintor prolífico, en una semana podía pintar hasta tres cuadros de gran formato, en un año un centenar y su obra total consta de un aproximado de 2.000 pinturas. Pero lo importante no es la cantidad sino la profundidad y riqueza de visiones que cada cuadro suyo encierra. Se trata de elaborados mapas de conocimientos sobre la Amazonía y los “distintos mundos” visibles e invisibles que pueblas el universo. Amaringo entremezclaba en sus pinturas la cultura nativa shipiba, la ribereña mestiza y la universal. A esto habría que agregarle su y personalísima mitología que cada una de estas obras contiene.
Complejas cosmovisiones
Él, como William Blake, era un pintor no solo de visiones sino de vastas y complejas cosmovisiones. (Habría que mencionar su vertiente realista y paisajística hecha con acrílico que es el material emblemático del arte popular y callejero amazónico). En 1988, Amaringo funda la Escuela de Pintura Usko Ayar, que fue un semillero de artistas mestizos y nativos, aunque nunca tuvo reconocimiento artificial. Don Pablo era un verdadero maestro pero no podía dar certificados a nombre de la Nación porque él mismo carecía de “títulos”, solo pudo cursar hasta el quinto de primaria. Pero era un “hombre de conocimiento” y las enseñanzas que nos ha legado no solo son artísticas, sino también morales y espirituales. La Amazonía y el Perú todo le deben homenaje y reconocimiento.
Tomado de: Alfredo Villar, “Amaringo: adiós a un visionario”, en “El Comercio”, 6 de diciembre del 2009, El Dominical, pp. 11
La importancia de Pabla Amaringo para el arte popular se al amazonía es semejante a la de Joaquín López Antay para el caso del arte popular ayacuchano; con él se supera la época de la artesanía y el costumbrismo y se pasa a una nueva etapa creativa.
Su primera experiencia
Pablo Amaringo nace en 1938 cerca a Tamanco, pueblito ribereño del Ucayali. A los 10 años va a Pucallpa y tiene, de la mano de su padre, su primera experiencia de la toma de ayahuasca. Pero no será hasta 20 años después que comienza –dirigida por una maestra nativa- su exploración con la bebida sagrada hasta convertirse él mismo en un chaman y experto naturalista.
Durante los años 70, Pablo se dedicara a trabajar como curandero y medico naturista en distintas zonas de la Amazonía peruana y brasileña. En los 80, abandona el chamanismo para evitar los continuos enfrentamientos con otros brujos y chamanes que envidiaban su poder, mientras se dedica a pintar escenas costumbristas de la Amazonía que vendía a los turistas.
Encuentro crucial
A mediados de esta década, Amaringo se encuentra con el antropólogo colombiano Luis Eduardo Luna, quien investigaba las plantas medicinales y el chamanismo. Luna, deslumbrado por los conocimientos de Amaringo, le sugiere que comience a pintar aquello que había aprendido en sus visiones. El resultado fue una revolución de imágenes que cambiarían totalmente el arte que se hacia en la Amazonía.
Pintor prolífico
Amaringo era un pintor prolífico, en una semana podía pintar hasta tres cuadros de gran formato, en un año un centenar y su obra total consta de un aproximado de 2.000 pinturas. Pero lo importante no es la cantidad sino la profundidad y riqueza de visiones que cada cuadro suyo encierra. Se trata de elaborados mapas de conocimientos sobre la Amazonía y los “distintos mundos” visibles e invisibles que pueblas el universo. Amaringo entremezclaba en sus pinturas la cultura nativa shipiba, la ribereña mestiza y la universal. A esto habría que agregarle su y personalísima mitología que cada una de estas obras contiene.
Complejas cosmovisiones
Él, como William Blake, era un pintor no solo de visiones sino de vastas y complejas cosmovisiones. (Habría que mencionar su vertiente realista y paisajística hecha con acrílico que es el material emblemático del arte popular y callejero amazónico). En 1988, Amaringo funda la Escuela de Pintura Usko Ayar, que fue un semillero de artistas mestizos y nativos, aunque nunca tuvo reconocimiento artificial. Don Pablo era un verdadero maestro pero no podía dar certificados a nombre de la Nación porque él mismo carecía de “títulos”, solo pudo cursar hasta el quinto de primaria. Pero era un “hombre de conocimiento” y las enseñanzas que nos ha legado no solo son artísticas, sino también morales y espirituales. La Amazonía y el Perú todo le deben homenaje y reconocimiento.
Tomado de: Alfredo Villar, “Amaringo: adiós a un visionario”, en “El Comercio”, 6 de diciembre del 2009, El Dominical, pp. 11
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