Cobradores, choferes, dateros, jaladores y pasajeros conforman el improvisado universo que se desplaza a la velocidad de la luz en un diminuto y enclenque vehiculo. La combi, con sus códigos y personajes, es parte innegable de nuestra cultura. Todos las odiamos. Todos hemos viajado en una y probablemente todos volveremos a apretujar nuestros cuerpos en esas maquinas de espanto.
Viajar en combi es un suplicio que la mayoría de peruanos debe soportar cada día: una procesión de disgustos, maltratos y el riesgo constante de perder la vida en una carrera con la muerte como copiloto. El vía crucis empieza con el llamado imperativo y la posterior sumisión ante el jalador, ese vehemente personaje surgido en los oscuros años noventa y que vive, literalmente, atarantando y jaloneando a los transeúntes. Él es el encargado de reclutar a los pasajeros y hacerlos ingresar a las celdas de transporte público en las que viajamos hacinados. La escena que se parece un poco a la del perro pastor ladrándole a las ovejas que, aterradas, no tienen más alternativa que obedecer con las orejas gachas.
Una vez adentro, el pasajero-recluto intentara apoyarse en cualquier bulto, hombro o cadera que pueda servirlo de asiento antes de que la bala perdida vuelva a acelerar la marcha para esquivar personas, autos y señales de transito como si fueran asteroides. Así, semisentado, con las rodillas rozando las rodillas de otros, y la seguridad de estar respirando la humanidad entera de todos ahí adentro, intentara relajar la mente con pensamientos que no estén relacionados con una muerte trágica en manos de un chofer con decenas de papeletas en la guantera. “¿Con cuantas vértebras menos se tendrá que nacer para sentirse cómodo doblado en tres?” ¿Por qué luego de una hora de camino la famosa “posición fetal” se transforma irremediablemente en “imposición fatal”? ¿Cómo se arreglan los altos, los gordos y las personas con artrosis?, son algunas de las preguntas que pasan por su cabeza como frenazos en la ruta.
Bajo sus reglas
Ingresar al mundo combi también significa reconocer la legislación que tanto chofer como cobrador han establecido en su dominio de cuatro metros y medio de largo, un metro sesenta de ancho y uno cuarenta de alto. Ahí esta regulada la figura del datero, el encargado de informar a cuanto tiempo se encuentran las otras unidades con la misma hoja de ruta, tarea por la que recibe 10 céntimos. Si dice, por ejemplo, “2-3-3” significara que la ultima combi acaba de pasar hace dos minutos y eso, teniendo en cuenta que la distancia entre una y otra debe ser de cinco, es una falta llamada “chantarse”, que consiste en detener el auto hasta que se llene de gente.
Pero hecha la ley, hecha la trampa. Existe una modalidad como conocida como. “sacar la huaracha” y que no es más que brindarle un dinero adicional al datero para que no informe o informe mal sobre la distancia del vehiculo que va adelante. Felizmente están los “contradateros”, defensores de la verdad y especialistas a la hora de identificar datos falsos.
Dentro de este sinfín de normas, personajes y mañas, el pasajero solamente se ve beneficiado con la popular “china”, como improvisado medio pasaje; y por la “luca”, como pago único para buena parte de los trayectos. Aparte de esto todo son pésimas noticias para él, ya que la tripulación aprovechara para maltratarlo por varias de sus características personales, como llevar uniforme escolar, estar apurado, buscar comodidad, ser mujer, contar con una estatura superior a la del promedio, no tener sencillo, querer bajar de la combi en los lugares correctos y fantasear que, como en otros países, el transporte público en el Perú puede fungir como sala de lectura improvisada.
Jerga sobre ruedas
“apéguense y asencillando pe, que no tengo ni ´chinas´(monedas de cincuenta céntimos) ni ´ferros´ (monedas de diez céntimos). No me la pongan difícil pagando con ´cheques´(billete de diez soles)”, le advierte el cobrador a sus pasajeros. Si alguno de ellos no estuviera bien entrenado en el léxico que se maneja en una combi, es más que seguro que no entenderá ni una sola palabra de lo citado anteriormente.
Para Julio Hevia, psicoanalista, comunicador y autor del libro “¡Habla jugador!”, las jergas que nacen en determinados segmentos de la sociedad establecen una identidad ante la colectividad y marcan diferencias con otros grupos. Las combis, con sus odiados personajes, no son la excepción. “Estos sujetos terminan incluyendo variantes expresivas, anecdóticas y fraseos que solo ellos entienden. ¿Quién podría entender el termino ´pie derecho´ su es que no ha viajado en una combi o no vive en este país?”, sentencia. Es cierto, el Perú ya no es más el Jirón de la Unión ni el parque Kennedy. Costa, sierra y selva están resumidas en este pequeño auto que rompe las reglas a toda velocidad.
¿Habla vas? Diccionario de ruta
Apégate: Orden del cobrador para que se haga un espacio donde ya no lo hay
Asencillame o sencilleame: Pagar con sencillo o cambiar billetes
Cabecear: Meterle el carro a otro
Camello: Combi cuyo techo a sido modificado para poder llevar más pasajeros de pie. Hay una versión más redondeada llamada “huevo”
Chantarse: Cuando el chofer disminuye la velocidad para esperar pasajeros
Chiquita: Corte de camino
Huarachear: Acción en la que una combi decide dar vuelta en U antes de llegar al final de su ruta
Lleva, lleva, lleva: Aviso del cobrador para que el chofer avance
Pampa: Anuncio del datero cuando puede haber varios pasajeros por recoger
Pase: Pasajero que por ley no paga pasaje
Perreo: Indicación del datero cuando dos unidades están compitiendo a gran velocidad
Plancha: Unidad con todos los pasajeros sentaos. Ninguno de pie
Plomo: Escolar. Usuario que esta por mucho tiempo en la combi, ocupando un sitio
Sopa: Combi repleta de gente
La ética del combista
Manejaras como una bestia.
Sólo serás prudente frente al patrullero.
Diez luquitas siempre en la guantera…para coimear.
Trataras al pasajero como si fuera ganado. No olvides que gracias a ti él puede llegar a su destino.
Antes que respetar al prójimo, mejor meterle el carro y le ganarás pasajeros.
Recuerda: no hay paraderos para bajar, pero cualquier lugar sirve como paradero para subir.
Saca tu SOAT sólo depuse que te pare un guardia.
Nunca pagaras las multas. Y si te quieren obligar, harás un paro de transportistas con el resto de tus compañeros.
Tomado de: Rafael Robles, “Mundo Combi”, en “La República”, 11 de octubre del 2009, Domingo, pp. 8 - 9
Viajar en combi es un suplicio que la mayoría de peruanos debe soportar cada día: una procesión de disgustos, maltratos y el riesgo constante de perder la vida en una carrera con la muerte como copiloto. El vía crucis empieza con el llamado imperativo y la posterior sumisión ante el jalador, ese vehemente personaje surgido en los oscuros años noventa y que vive, literalmente, atarantando y jaloneando a los transeúntes. Él es el encargado de reclutar a los pasajeros y hacerlos ingresar a las celdas de transporte público en las que viajamos hacinados. La escena que se parece un poco a la del perro pastor ladrándole a las ovejas que, aterradas, no tienen más alternativa que obedecer con las orejas gachas.
Una vez adentro, el pasajero-recluto intentara apoyarse en cualquier bulto, hombro o cadera que pueda servirlo de asiento antes de que la bala perdida vuelva a acelerar la marcha para esquivar personas, autos y señales de transito como si fueran asteroides. Así, semisentado, con las rodillas rozando las rodillas de otros, y la seguridad de estar respirando la humanidad entera de todos ahí adentro, intentara relajar la mente con pensamientos que no estén relacionados con una muerte trágica en manos de un chofer con decenas de papeletas en la guantera. “¿Con cuantas vértebras menos se tendrá que nacer para sentirse cómodo doblado en tres?” ¿Por qué luego de una hora de camino la famosa “posición fetal” se transforma irremediablemente en “imposición fatal”? ¿Cómo se arreglan los altos, los gordos y las personas con artrosis?, son algunas de las preguntas que pasan por su cabeza como frenazos en la ruta.
Bajo sus reglas
Ingresar al mundo combi también significa reconocer la legislación que tanto chofer como cobrador han establecido en su dominio de cuatro metros y medio de largo, un metro sesenta de ancho y uno cuarenta de alto. Ahí esta regulada la figura del datero, el encargado de informar a cuanto tiempo se encuentran las otras unidades con la misma hoja de ruta, tarea por la que recibe 10 céntimos. Si dice, por ejemplo, “2-3-3” significara que la ultima combi acaba de pasar hace dos minutos y eso, teniendo en cuenta que la distancia entre una y otra debe ser de cinco, es una falta llamada “chantarse”, que consiste en detener el auto hasta que se llene de gente.
Pero hecha la ley, hecha la trampa. Existe una modalidad como conocida como. “sacar la huaracha” y que no es más que brindarle un dinero adicional al datero para que no informe o informe mal sobre la distancia del vehiculo que va adelante. Felizmente están los “contradateros”, defensores de la verdad y especialistas a la hora de identificar datos falsos.
Dentro de este sinfín de normas, personajes y mañas, el pasajero solamente se ve beneficiado con la popular “china”, como improvisado medio pasaje; y por la “luca”, como pago único para buena parte de los trayectos. Aparte de esto todo son pésimas noticias para él, ya que la tripulación aprovechara para maltratarlo por varias de sus características personales, como llevar uniforme escolar, estar apurado, buscar comodidad, ser mujer, contar con una estatura superior a la del promedio, no tener sencillo, querer bajar de la combi en los lugares correctos y fantasear que, como en otros países, el transporte público en el Perú puede fungir como sala de lectura improvisada.
Jerga sobre ruedas
“apéguense y asencillando pe, que no tengo ni ´chinas´(monedas de cincuenta céntimos) ni ´ferros´ (monedas de diez céntimos). No me la pongan difícil pagando con ´cheques´(billete de diez soles)”, le advierte el cobrador a sus pasajeros. Si alguno de ellos no estuviera bien entrenado en el léxico que se maneja en una combi, es más que seguro que no entenderá ni una sola palabra de lo citado anteriormente.
Para Julio Hevia, psicoanalista, comunicador y autor del libro “¡Habla jugador!”, las jergas que nacen en determinados segmentos de la sociedad establecen una identidad ante la colectividad y marcan diferencias con otros grupos. Las combis, con sus odiados personajes, no son la excepción. “Estos sujetos terminan incluyendo variantes expresivas, anecdóticas y fraseos que solo ellos entienden. ¿Quién podría entender el termino ´pie derecho´ su es que no ha viajado en una combi o no vive en este país?”, sentencia. Es cierto, el Perú ya no es más el Jirón de la Unión ni el parque Kennedy. Costa, sierra y selva están resumidas en este pequeño auto que rompe las reglas a toda velocidad.
¿Habla vas? Diccionario de ruta
Apégate: Orden del cobrador para que se haga un espacio donde ya no lo hay
Asencillame o sencilleame: Pagar con sencillo o cambiar billetes
Cabecear: Meterle el carro a otro
Camello: Combi cuyo techo a sido modificado para poder llevar más pasajeros de pie. Hay una versión más redondeada llamada “huevo”
Chantarse: Cuando el chofer disminuye la velocidad para esperar pasajeros
Chiquita: Corte de camino
Huarachear: Acción en la que una combi decide dar vuelta en U antes de llegar al final de su ruta
Lleva, lleva, lleva: Aviso del cobrador para que el chofer avance
Pampa: Anuncio del datero cuando puede haber varios pasajeros por recoger
Pase: Pasajero que por ley no paga pasaje
Perreo: Indicación del datero cuando dos unidades están compitiendo a gran velocidad
Plancha: Unidad con todos los pasajeros sentaos. Ninguno de pie
Plomo: Escolar. Usuario que esta por mucho tiempo en la combi, ocupando un sitio
Sopa: Combi repleta de gente
La ética del combista
Manejaras como una bestia.
Sólo serás prudente frente al patrullero.
Diez luquitas siempre en la guantera…para coimear.
Trataras al pasajero como si fuera ganado. No olvides que gracias a ti él puede llegar a su destino.
Antes que respetar al prójimo, mejor meterle el carro y le ganarás pasajeros.
Recuerda: no hay paraderos para bajar, pero cualquier lugar sirve como paradero para subir.
Saca tu SOAT sólo depuse que te pare un guardia.
Nunca pagaras las multas. Y si te quieren obligar, harás un paro de transportistas con el resto de tus compañeros.
Tomado de: Rafael Robles, “Mundo Combi”, en “La República”, 11 de octubre del 2009, Domingo, pp. 8 - 9
No hay comentarios:
Publicar un comentario