domingo, 28 de marzo de 2010

EL ARTE DE MECER

Esta mañana, a la hora del almuerzo, escuche a mi hija Morgana contar los cuentos que les cuenta, a ella y a Stefan, su marido, la compañía de Cable Mágico para justificar su demora en instalarles el sistema de televisión por cable. Les juran que irán esta tarde, mañana, mañana en la tarde, y nunca van. Hartos de este cuento, han decidido pasarse a la competencia. Direct TV, a ver si es más puntual.
Lo ocurrido a Stefan y Morgana me ha tenido varias horas recordando la maravillosa historia de Ventilaciones Rodríguez S.A. que viví y padecí cerca de doce meses, aquí en Lima, hace la broma de treinta años. Nos habíamos comprado una casa en el rincón de la ciudad que queríamos, frente al mar de Barranco, y un arquitecto amigo, Cartucho Miro Quesada, me había diseñado en toda la segunda planta el estudio de mis sueños: estantes para libros, un escritorio larguísimo de tablero muy grueso, una escuadra de sillones para conversar con los amigos, y una chimenea junto a la cual habría un confortable muy cómodo y una buena lámpara para leer.
Las circunstancias harían que la pieza más memorable del estudio fuera, con el tiempo y por imprevistas razones, la chimenea. Era de metal, aérea y cilíndrica y Cartucho la había diseñado él mismo, como una escultura. ¿Quién la fabricaría? Alguien, tal vez el mismo Cartucho, me recomendó a esa indescriptible empresa de apelativo refrigerado: Ventilaciones Rodríguez S.A. Recuerdo perfectamente aquella tarde, a la hora del crepúsculo, en que su propietario y gerente, el ingeniero Rodríguez, compareció en mi todavía inexistente estudio para firmar el contrato. Era joven, enérgico, hablador, ferozmente simpático. Escucho las explicaciones del arquitecto, ausculto los planos con ojos zahories, comentó dos o tres detalles con la seguridad del experto y sentencio: “La chimenea estará lista en dos semanas”.
Le explicamos que no debía apurarse tanto. El estudio solo estaría terminado dentro de mes y medio. “Ese es su problema”, declaró, “Yo la tendré lista en quince días. Ustedes podrán recogerla cuando quieran”.
Partió como una exhalación y nunca más lo volvería a ver, hasta ahora. Pero juro que su nombre y su fantasma fueron la presencia más constante y recurrente en todos los meses sucesivos a aquel único encuentro, mientras el estudio se acababa de construir y se llenaba de libros, papeles, discos, maquinas de escribir, cuadros, muebles, alfombras, y el hueco del techo seguía allí, mostrando el grisáceo cielo de Lima y esperando la chimenea que nunca llegaba.
Mis contactos con Ventilaciones Rodríguez S.A. fueron intensos, pero solo telefónicos. En algún momento yo llegue a contraer una pasión enfermiza por la secretaria del ingeniero Rodríguez, a quien tampoco nunca vi la cara ni conocí su nombre. Pero recuerdo su voz, sus zalamerías, sus pausas, sus inflexiones, su teatro cotidiano, como si la hubiera llamado hace media hora. Hablar con ella cada mañana, los cinco días hábiles de la semana, se convirtió en un rito irrompible de mi vida, como leer los periódicos, tomar desayuno y ducharme.
“¿Qué cuento me va usted a contar hoy día, señorita?”, la saludaba yo. Ella nunca se enojaba. Tenía la misma irresistible simpatía de su jefe y, risueña y amable, se interesaba por mi salud y mi familia antes de desmoralizarme con el pretexto del día. Confieso que yo esperaba ese instante con verdadera fascinación. Jamás se repetía, tenía un repertorio infinito de explicaciones para justificar lo injustificable: que pasaban las semanas, los meses, los trimestres y la maldita chimenea nunca llegaba a mi casa. Ocurrían cosas banales, como que el señor de la fundición caía preso de una gripe con fiebres elevadas, o verdaderas catástrofes como incendios o fallecimientos. Todo valía. Un día, que yo había perdido la paciencia y vociferaba en el teléfono como un energúmeno, la versátil secretaria me desarmo de esta manera:
“Ay, señor Vargas Llosa, usted riñéndome y amargándose la vida y yo desde aquí mirando el cielo, le digo”.
“¿Cómo que viendo el cielo? ¿Qué quiere usted decir?” “Que se nos ha caído el techo, le juro. Anoche, cuando no había nadie. Pero no es ese accidente lo que me da más pena, sino haber quedado mal con usted. Mañana le llevamos su chimenea sin falta, palabra”. Un día tuvo la extraordinaria sangre fría de asegurarme lo siguiente: “Ay, señor Vargas Llosa, usted haciéndose tan mala sangre y yo viendo desde aquí su chimenea linda, nuevecita, partiendo en el camión que se la lleva a su casa”. Mentía tan maravillosamente bien, con tanto aplomo y dulzura, que era imposible no creerle. Al día siguiente, cuando la llamé para decirle que no era posible que el camión que me traía la chimenea se demorara más de veinticuatro horas en llegar de la avenida Colonial de Lima hasta Barranco (no más de diez kilómetros) se sobrepaso a sí misma, asegurándome en el acto, con acento afligido y casi lloroso: “Ay, usted no se imagina la desgracia terrible que ocurrió: el camión con su chimenea chocó y ahora el chofer esta con conmoción cerebral en el Hospital Obrero. Felizmente, su chimenea no tuvo ni un rasguño”. La historia duro más de un año. Cuando la chimenea llegó por fin a la casa de Barranco ya casi nos habíamos acostumbrado al hueco del techo por el que, un día, una paloma distraída se extravió y aterrizo en mi escritorio. Lo más divertido –o trágico- del final de este episodio fue que a la chimenea bendita solo pudimos usarla una vez. Con resultados desastrosos: el estudio de llenó de humo, todo se ensució y yo tuve un comienzo de asfixia. Nunca más intentamos encenderla.
Aquella secretaria mitológica de Ventilaciones Rodríguez S.A. era una cultora soberbia de una práctica tan extendida en el Perú que es poco menos que un deporte nacional, el arte de mecer. “Mecer” es un peruanismo que quiere decir mantener largo tiempo a una persona en la indefinición y en el engaño, pero no de una manera cruda o burda, sino amable y hasta afectuosa, adormeciéndola, sumergiéndola en una vaga confusión, dorándole la píldora, contándole el cuento, mareándola y aturdiéndola de tal manera que se crea que sí, aunque sea no, de manera que por cansancio termine por abandonar o desistir de lo que reclama o pretende conseguir. La víctima, si ha sido “mecida” con talento, pese a darse cuenta en un momento dado que le han metido el dedo a la boca, no se enoja, termina por resignarse a su derrota y queda hasta contenta, reconociendo y admirando incluso el buen trabajo con hecho con ella. “Mecer” es un quehacer difícil, que requiere talento histriónico, parla suasoria, gracia, desfachatez, simpatía y sólo una pisca de cinismo.
Detrás del “meceo” hay, por supuesto, informalidad y una tabla de valores trastocada. Pero, también, una filosofía frívola, que considera la vida como una representación en la que la verdad y la mentira son relativas y canjeables, en función, no de la correspondencia entre lo que se dice y lo que se hace, entre las palabras y las cosas, sino de la capacidad de persuasión del que “mece” frente a quienes es “mecido”. En última instancia, la vida, para esta manera de actuar y esta moral, es teatro puro. El resultado práctico de vivir “meciendo” o siendo “mecido” es que todo se demora, anda mal, nada funciona y reinan por doquier la confusión y la frustración. Pero eso es una consideración mezquinamente pragmática del arte de mecer. La generosa y artística es que, gracias al meceo, la vida es pura diversión, farsa, astracanada, juego, mojiganga.
Si los peruanos invirtieran toda la fantasía y la destreza que ponen en “mecerse” unos a otros, en hacer bien las cosas y cumplir sus compromisos, este sería el país más desarrollado del mundo. ¡Pero qué aburrido!
Tomado de: Mario Vargas Llosa, “El arte de mecer”, en EL COMERCIO, 21 de Febrero de 2010, p. a4

martes, 23 de marzo de 2010

Conchudez I

No hay cosa más conchuda que hacer la segunda, tercera...sexta o alguna progresión aritmética o geométrica de algo, no sólo como en las películas sino también los músicos, no sé, desde Alejandro Sanz, Gianmarco hasta Mar de Copas siempre ponen a sus terceras producciones adivinen… III, jajaja que pasa ¿no es muy original no?, hoy quería ser algo más conchudo y ¿por qué no serlo?, no se necesita ser político, presidente, conductor de noticieros matutinos como el federico, o el pitucon del dos, o chemo del solar, o tanta gente conchuda de a pie o a combi, orinando o comiendo, como esa gente que come ceviche en bolsa o hamburata en la combi un día de verano a las dos de la tarde enterrados en algún congestionamiento vehicular, puesto que a algún alcalde conchudo cerca a las elecciones busca hacer todas las obras que no hizo en un año, me paso una vez que iba en la 73, justo en el semáforo sale un obrero a las 11 am y estira su cinta amarilla de (o ¿te?) estamos trabajando, por lo que termine perdido por el Rímac con toda la tripulación, que más conchudo decir que en mi promoción de colegio el tesorero se tiro los fondos, así que nos tuvimos que ir a Huaraz en la 73, luego claro la hija del tesorero también fue, que más conchudo que Alan, Montesinos, Fujimori y Abimael, estos encima son cachacientos...Kouri quiere ser alcalde!!! y lo de ¿la vía expresa del Callao? y ¿lo de su hermano?…"yo soy su hermano pero no sé nada", y Lourdes pa alcalde, que conchuda con los de su partido y con nosotros si todos sabemos que quiere hacer campaña en Lima pa ser presidente a lo Bachelet, a propósito vieron viña del mar? bailando y cantando, o intentándolo, con muy mala fortuna por cierto, la música peruana, que conchudo Américo, que así se llama su chichero, que conchudo su festival, que conchudo su teletón de chile salva a chile, mientras se veían los saqueos, que conchudo Obama, Zapatero, Rajoy, Osama, Fidel, Berlusconi, el Ban Ki Moon, ta mare que conchuda era la gente...esto era un mito, eh algo así como cuando vas creciendo y piensas que el adulterio, el robo y la mentira son transgresiones a la ley, y luego te das cuenta que son la ley, que conchudos eran todos los moralistas...Recuerdo y volviendo a la música que cuando iba de campamento durante la universidad, nos quitábamos generalmente a markawasi pero algunas a Canta, así que pasábamos revista de lo indispensable para una semana de "camping" ronaldo, macera, pasita, chelita, fallos...mi radio, cariñosamente "la cucarachera" y los cassets de rigor, megadeth, manu chao, the doors, rafo raez, leuzemia, depeche mode y Ángela carrasco, ¿qué pasa? me gusta y todo pruebo...es lo que tenía que decir a mis patas que en medio de la borrachera alrededor de la fogata no sabían si vomitar, botarme o reírse...pero esas tonterías no sólo hacen los adolescentes que fuimos, sino Baily, Baruch y la chibola escritora, que conchuda la people en ese callejón televisivo que sentimos tan cercanos, tan familiar, tan normal y natural no es asi? Hermanos urracos, las webadas que tengo que escuchar en Perú que ni Tarantino en sus mejores trances alucinaría…mi madre me contaba acerca de una tía muy querida por nosotros que cuando estaban en alguna reunión se tiraba uno que otro pedo, los invitados decían que que mal huele el desagüe, el ambiente, la humedad, y así iban descartando, hasta que llegaban donde ella y ella decía liberadamente que sí, que fue ella la del pedo, pero que querían que haga? No le iba a estar doliendo la panzita durante la fiesta no? A lo Marisola Aguirre Así que algo así hare aquí, dejare un poema que puede tener casi 15 años o más, que siempre me sale por algún lugar el papelucho y pues ¿Por qué lo debo cargar siempre yo? Mejor ustedes ¿no creen?, y por ahí tengo un par más, también tengo derecho a contaminar, aunque sea un tercermundista y recuerden esto es como las venéreas, prometen secuelas…como los médicos peruanos, paguen su seguro carajo, recuerdan al anciano que le amputaron una pieran por error ¿horror? y al niño que le dieron una pata hecho de palo de escoba, que recon...traconchudos, rogemos que no caigamos en el Casimuero Ulloa
Y no olvides “si la vida te da la espalda, agárrale el culo”




Te vas y tu recuerdo
Será una herida abierta
Que nunca deseare sanar
Intentare olvidarme de ti, de mí, de nosotros
Viviré como si nunca hubiésemos existido
De vez en cuando en mi amnesia forzada
Oiré imágenes remotas
De tus risas, de tus ojos, de tu rostro
Las sacare presuroso de la mente
La perderé entre otras cosas
Te confundiré con otras hembras hermosas
Tropezare a veces por la calle
Con nuestros recuerdos traviesos
Los reconoceré felices y únicos en el mundo
Me señalare feliz
Tan feliz como pudiste hacerme
Te vas y te debo tanto
Que no comprendes que son pocos ya mis días para pagarte,
Los intereses devoraron nuestro tiempo
Me enseñaste tanto que olvide el cuanto
Te vas y parte de mi vida se irá contigo, pero aunque quisiera que siempre formara esto parte de mi vida, necesito yo también que se muera…